Imagínense la situación: un humilde periodista se presenta en el Judo Club Sotillo de Madrid con su judogi prestado y su cinturón de color blanco inmaculado para compartir un día de entrenamiento con Cecilia Blanco, una de las mejores judokas del mundo en –70 kg. Mi máxima preocupación es no hacer el ridículo y mantener el tipo. Sin embargo, cuando veo que también voy a compartir tatami con una veintena de judokas con su cinturón negro, entre los que se encuentra Adrián Nacimiento, una de las promesas del judo español, me entra el miedo escénico. Principalmente porque no tengo ni idea de judo y nunca lo he practicado.
"Una persona que sabe hacer judo no te va a hacer daño nunca", asegura ante mi cara de susto.
Le confieso mi secreto a Cecilia para que no se lleve una gran decepción. Sus palabras me tranquilizan y hacen que deje mis nervios fuera del tatami. "En el judo no vale cualquier cosa para ganar. Tienes que respetar a tu rival aunque te vayas a pelear con él, tienes que respetar a tus compañeros, a tu profesor... Una persona que sabe hacer judo no te va a hacer daño nunca", asegura.
Comenzamos nuestro entrenamiento y Cecilia me empieza a enseñar con infinita paciencia las distintas técnicas que se utilizan en un combate para derribar a tu rival: O-Soto-Gari, O-Goshi... Y los movimientos básicos para inmovilizarle una vez en el suelo: Hon-Kesa-Gatame, Juji-Gatame... A mí todos esos nombres me suenan a sushi pero poco a poco me voy familiarizando con ellos y me atrevo a ponerlos en práctica con Cecilia. Veo que la derribo, me crezco y pienso para mi interior "como la lesione y no pueda ir a los Juegos de Londres me matan".
"Anda que como te gane un combate...", le digo a Cecilia en tono vacilón. "Si me ganas, me retiro", me responde ella entre risas. Quien sabe, a lo mejor hay un judoka con cinturón negro escondido en mi interior. Pero pasan los minutos y vuelvo a la cruda realidad. No puedo con mi alma y eso que Cecilia apenas está sudando. "El entrenamiento de un judoka es muy exigente", me cuenta. "Dos o tres días a la semana por la mañana trabajo el físico (pesas, carrera...) y todas las tardes hago la clase de judo, donde el entrenamiento se basa en el randori de pie y de suelo".
"Dos o tres días trabajo el físico y todas las tardes hago la clase de judo, basada en el randori de pie y de suelo".
Sólo con pensar que Cecilia estuvo dos años compaginando su trabajo con el entrenamiento de alto nivel casi me da algo: "Fueron dos años duros porque la jornada era de ocho horas. Empezaba trabajar a las nueve de la mañana, terminaba a las seis de la tarde y de ahí a entrenar. La fatiga es mayor, el descanso es menor y el poco tiempo libre que tenía lo dedicaba a descansar o a entrenar", reconoce.
Continuamos con el entrenamiento y nos ponemos a trabajar con unas gomas elásticas que estás duras como piedras. El objetivo es hacer una ronda de Uchi-Komis, o lo que es lo mismo repeticiones de una técnica, para perfeccionar el Seoi-Nage. Cecilia lo hace a una velocidad endiablada, yo a paso de tortuga y encima no consigo hacerlo del todo bien.
Para acabar mi primera experiencia en el judo, cambio de pareja y entreno durante unos minutos con Raquel Prieto para poner en práctica todo lo que he aprendido. "De aquí sales con cinturón amarillo", me dice tras derribarla con un O-Soto-Gari. Se me escapa una sonrisa y pienso en lo que se debe sentir al ganar el oro olímpico. Ojalá me lo pueda contar Cecilia si finalmente se clasifica para los Juegos de Londres. Y así poder alardear de que un día le hice un O-Soto-Gari a toda una campeona olímpica.
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